El pie humano es notablemente "plástico" y el uso habitual de zapatos mal diseñados o que no ajustan bien puede tener un efecto dramático en la forma y función del pie humano. El pie humano "descalzo" (un pie que nunca ha usado zapatos) normalmente tiene un antepié ancho y plano y dedos extendidos y alineados con las cabezas de los metatarsianos para darle al pie una "forma de abanico".
El pie humano habitualmente calzado (siempre en zapato) ha comenzado a adaptarse al calzado que se lleva y ha adquirido "forma de zapato". Un pie con forma de zapato tiene un antepié estrecho en relación con el posterior, cabezas metatarsianas que ya no están alineadas horizontalmente y dedos apretados, torcidos y elevados del suelo.
Por lo tanto, el primer y más importante criterio a considerar al elegir un zapato es que tenga la forma del pie.